Ya se ha indicado que en el Antiguo Testamento la arpa «arpa» se traduce mejor, «lira».
La palabra «órgano» debe entenderse por flauta, que más se parece a éste que a ningún otro instrumento.
El «salterio» y la «viola» son instrumentos de cuerda, habiendo mucha incertidumbre acerca de su naturaleza exacta, entonces, como hoy, el címbalo consistía en dos planchas de grandes y anchas y de forma circular y convexas, las que al pegarse una con la otra producía un sonido hueco como de campana. En nuestros días forman parte de toda banda militar. El «salterio» (Dan. 3:5) se traduce como gaita.
Además del libro de los Salmos/ Tehilim, hay numerosos poemas hebreos que originalmente eran entonados como canciones, y ahora forman parte de la Biblia Hebrea. Algunas ediciones de la Biblia las llevan arregladas en forma poética.
El cántico entonado por Moshé y Miryam en el Mar Rojo es una de tales canciones (Ex. 15). Cuando Hashem proveyó agua para Israel en el desierto, cantaron la canción del pozo (Núm. 21:17, 18). Y Moshé dio sus advertencias e instrucciones finales a Israel en una canción que les enseñó (Deut. 32) El Canto de Débora (Jueces 5), se cantó para celebrar la victoria sobre los canaanitas. El Canto de Hanna (1 Sam. 2) lo cantó como acción de gracias de una mujer por el nacimiento de su hijo Shmuel. Y el Cantar de Cantares de Shlomo HaMelej era para celebrar al amor entre Hashem e Israel su novia. Y podrían agregarse otros autores más a esta lista.
Al predecir el juicio de los días del cautiverio de Israel por causa de sus pecados, el profeta dijo: «Cesó el regocijo de los panderos, acabóse el estruendo de los que se huelgan, paró la alegría del arpa» (Isa. 24:8). La música cesó casi totalmente entre los cautivos judíos en Babilonia. Los exiliados compusieron un salmo que decía: «Junta a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Tzión. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que allí nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los himnos de Sión. ¿Cómo cantaremos canción a Hashem en tierra de extraños? Si me olvidaré de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada» (Sal. 137:1.5). Los cantores babilónicos habían oído la canción de Tzión, por la que Jerusalén era notada, y pedían a sus cautivos que cantaran para ellos. Pero cl canto religioso judío estaba tan estrechamente conectado con el templo de Jerusalén que rehusaban cantar esas canciones en tierra extranjera.